ADIÓS O HASTA LUEGO...!

Haber sido vicepresidenta del Centro Cultural “Cristina De Fercey” fue un orgullo. Este Centro viajó por el mundo llamando a concursos literarios que, convocando a hablar de diversos temas, prendían el interés de escritores de todos los países y así el Centro seducía y se alimentaba.
Se llama “Cristina De Fercey”, pero su espíritu inquieto navegó asido al timón de la entusiasta y emprendedora Patricia Heredia. Yo me dejé llevar por esas aguas que surcaba confiada y feliz, porque todo partía y se realizaba en base a la concepción imaginativa y certera de Patricia.
No estoy segura de que concluya con su cometido, pero si así es, cumplió con la hermosa y plausible tarea de propagar cultura y amistad con cuidadosa integridad, cosechando lauros nada más.
Ojalá que esta meritoria entidad siga con su actividad, porque lo bueno debe seguir para el bien de todos.
Con inmenso cariño
Irma Trotta de Basciano

viernes, 9 de julio de 2010

3er. PREMIO CUENTO


“LA PIEL DE LA TIERRA”

“HOMENAJE A SANDRA ALMIRON DOCENTE ASESINADA EN DERQUI”

Susana era blanca, tan blanca que su piel se confundía con el guardapolvo. Maestra de una escuela muy humilde; casada sin hijos, habían pasado algunos años
de su, “Sí quiero” y el vientre todavía esperaba, como todavía esperaba su corazón.
Había pasado por duras pruebas que le fue dando la vida; como por ejemplo el cáncer.
Es fuerte ese término, como fuerte fue ella, que pudo vencerlo.
Desde ese momento, comenzó a planear su futuro.
“Hijo”. La palabra venerada por ella. Soñaba con ver pasar nueve lunas diferentes, ensanchar sus caderas, acariciar una barriga gigante, como lo hacen todas las mujeres en la dulce espera.
Pero mientras esperaba, sus alumnos eran los hijos con los que soñaba.
Un día como otros en su docencia, encontró a un niño llorando en el comedor de la escuela.
-¿Qué pasa Tomasito, no querés merendar?
-No seño, no tengo hambre. ¡Como me gustaría ser su hijo! – le confesó sorprendiéndola.
Ella lo abrazó fuertemente y dejó que mojara su guardapolvo, con aquellas lagrimitas de congoja. Y acotó:
-Pero vos tenés mamá Tomasito y eso es una bendición ¿Acaso no la querés a tu mamá?
-Sí seño, pero usted es blanca como las nubes y rubia como el trigo y ella es…- y comenzó a llorar.
La joven maestra discretamente lo llevo de la mano al patio y preguntó:
-¿Tomasito me podes explicar lo que te sucede?
Él levantó su mirada que dejó ver sus ojos brillosos, ella sacó un pañuelo y le secó las mejillas, se arrodillo quedando frente a frente.
Tomasito logró coraje y confesó su dolor.
- María Eugenia, es como usted, hermosa, blanca, no quiere sentarse junto a mí en la merienda, porque dice que soy marrón, por eso quisiera ser su hijo de esa forma sería blanco como las nubes.
Ella tomó sus manos sonrió y contestó:

-Mirá Tomasito, primero no hay nada más lindo en la vida que tener un hijo y sé porque te lo digo; me encantaría ser tu mamá sos un niño bueno y dulce, tenés unas palabras hermosas, mirá la comparación que me hiciste “Blanca como las nubes”, cualquier mujer se siente halagada por esas palabras. Y eso se debe a que tu mamá es una persona especial, que te acompaña en las tares de la escuela y se ocupa de tu educación. Y agregó con admiración:
-Tomasito ¿Acaso no sos escolta en la bandera? El color de tu piel no importa, lo que te hace grande es lo que no se puede ver, pero si sentir.
Toco su pecho suavemente y dijo:
-Tomasito tenés un corazón generoso, bueno y tu alma es pura, no cambies jamás.
Sabés, el color de tu piel es como el de la tierra; y ella es muy importante para la vida, imagínate, con una buena tierra las cosechas son vigorosas, abundantes y los seres humanos nos beneficiamos. Si fuera lo contrario ¿te das cuenta las consecuencias? Hambre, enfermedad y muerte. Y vos sos como la tierra fértil, lleno de amor y vida.
Se abrazaron fuertemente. Tomasito recuperó la sonrisa, le dio las gracias y corrió a jugar.
Pasó el tiempo. Susana siguió su rutina de ir a la escuela y un nefasto día encontró el lado oscuro de la vida, lo inexplicable.
Dos jóvenes la tomaron por sorpresa en el estacionamiento, le arrebataron el auto y sin mediar palabras dispararon a matar.
Tomasito vio a Susana en el suelo corrió lo más rápido que pudo, miró a su alrededor. Tomó un poco de tierra del cantero donde crecen los agapantos más bellos y la colocó en la mano de su Seño, esperando un milagro.
Ella en el último suspiro se dio cuenta de su actitud, suavemente le dijo al oído:
-“No sufras quizás sea el destino, no es que la tierra no sirva, sólo quisiera que lleve tu piel”.
Susana cerró los ojos color del cielo y se marchó… donde pertenecía.

RAQUEL NOEMÍ GONZALEZ

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