ADIÓS O HASTA LUEGO...!

Haber sido vicepresidenta del Centro Cultural “Cristina De Fercey” fue un orgullo. Este Centro viajó por el mundo llamando a concursos literarios que, convocando a hablar de diversos temas, prendían el interés de escritores de todos los países y así el Centro seducía y se alimentaba.
Se llama “Cristina De Fercey”, pero su espíritu inquieto navegó asido al timón de la entusiasta y emprendedora Patricia Heredia. Yo me dejé llevar por esas aguas que surcaba confiada y feliz, porque todo partía y se realizaba en base a la concepción imaginativa y certera de Patricia.
No estoy segura de que concluya con su cometido, pero si así es, cumplió con la hermosa y plausible tarea de propagar cultura y amistad con cuidadosa integridad, cosechando lauros nada más.
Ojalá que esta meritoria entidad siga con su actividad, porque lo bueno debe seguir para el bien de todos.
Con inmenso cariño
Irma Trotta de Basciano

sábado, 10 de julio de 2010

1ra. MENCIÓN CUENTO


EL DETALLE

Por supuesto, no lo encontrarían. Estaba seguro. Entre tanta gente, pasaría desapercibido. Ese hotel, le serviría de refugio.
El Inspector Coselli lo buscaba. Ya sabía que él había matado a Shala, la bailarina egipcia. En su habitación, Kadir sorbió el último trago de whisky. Se aproximó discretamente al balcón. Los cristales del gran ventanal estaban abiertos. Miró por entre las blancas cortinas, que flameaban mecidas por la brisa. La noche se presentaba agradable. El Cairo, como de costumbre, pululaba de turistas. Oteó para todas partes. Nadie que conociera. Bien. A salvo. Se volvió hacia el gran lecho. Se recostó. Quería pensar. Esa noche, tomaría el tren hasta Bahtim y buscaría a su primo Amar. Este, lo ayudaría a salir de Egipto. Iría a Italia.
Sus parientes piamonteses lo esconderían en las montañas. Suspiró. Miró la hora en su reloj de pulsera. Las nueve y cinco. El tren partía a la medianoche. No era bueno viajar antes. Era mejor cuando toda la ciudad estaba callada. O al menos, parecía más tranquila. Poca gente viajaba en ese tren. Coselli ya estaría buscándolo con sus patrullas, por cada cueva de la cuidad. Se sonrió. Jamás pensaría, que él pudiera estar oculto en ese hotel de cinco estrellas, que era un hervidero cosmopolita.
-Está bien –se dijo- Dormiré un poco. -se acomodó mejor. El sueño llegó pronto. Cuando despertó, no podía creer lo que veía. Coselli y un grupo de agentes, rodeaban su cama, apuntándole con sus revólveres.
-Pero… ¿Cómo? –alcanzó a balbucear.
-¿Te creías tan inteligente Kadir? –el vozarrón del Inspector resonó en la habitación -¿No pensaste siquiera que algún detalle delataría tu escondite? ¿Un pequeñísimo detalle? -Kadir estaba confuso. ¿Un detalle?
-¿Qué detalle? –preguntó intrigado.
-Tus ojos, Kadir. Tus ojos -respondió con algo de sorna Coselli.
-¿Mis ojos? –no entendía nada.
-Sí. Vamos. Levántate. Aprésenlo –ahora estaba muy serio.
Le pareció que mil manos caían sobre él. Antes de salir del cuarto, entre cuatro policías, Kadir se dio vuelta y preguntó:
-Coselli… ¿Por qué mis ojos? -Este, lanzó una carcajada.
-¿Y tú piensas que en este hotel, pueden haber tantos egipcios de ojos azules?


MARTA SILVESTRINI de BOUVIER

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